viernes, 3 de octubre de 2014

Trabajo y subjetividad/ Schvarstein


El texto de Schvarstein, nos recordó este libro, el cual, nos convoca a problematizar la relación que los seres humanos tienen con el trabajo a comienzos del siglo XXI y a preguntarnos si es posible diseñar e instalar nuevas formas de organización del trabajo, por ende, también, nuevas formas de relación y de configuraciones sociales.
La fragmentación se materializa en diversas formas de organizar ¿o agonizar? en el trabajo.


¿Quién habla? "Lucha y explotación del alma en los call centers” es un libro de Tinta Limón que explica en qué consiste ese trabajo-símbolo de los nuevos modos de explotación donde importa más la obediencia que la productividad, y las relaciones laborales son meras formas de domesticación.
¿Quién habla? se interroga sobre qué significan estas relaciones que imponen empresas dedicadas a la venta de productos inútiles que se ofrecen a través de un ejército de trabajadores sometidos por una verdadera ingeniería de control.
A través de su lectura, ¿Quién habla? responde a la pregunta que nos plantea desde el título y el dibujo de portada con la frase de Walter Benjamín: " Lenguaje incomparable de la calavera: la inexpresividad total-la negrura de sus cuencas- unida a la más salvaje de las expresiones- la sonrisa sarcástica de la dentadura-.
En sus páginas leemos a quienes ingresaron a esa realidad oculta bajo extrañas palabras, charlando sobre lo cotidiano de su dolor; detallando la geografía de esos continentes sumergidos (“la empresa hizo una pared de 25 metros para dividir un call center de 100 metros en dos lugares: el Norte y el Sur, como la división del mundo”. Y en ese Sur -al que un gerente bautiza “Camboya”- confinan a los delegados y activistas.); pero también las formas que idearon de resistencia y sus consecuencias impredecibles: a una protesta le siguió, por ejemplo, el fin del trabajo.“Nos quitaron por completo todas las llamadas. Aprendimos a jugar al TEG, a tejer o a coser. No hay literalmente nada para hacer”.
En “¿Quién habla?” hay muchas voces. Todas y cada una desfilan como un relato coral, hasta desparramar las piezas de ese universo que hoy se llama call center: 
Al colectivo que ha realizado este libro lo impulsa, fundamentalmente, una necesidad: ser escuchados. Es por eso que ofrecen, también, el libro en formato pdf y suman su página, con la intención de que se multipliquen los canales de reproducción de estas voces.  

Todo lo que detalla el libro podemos relacionarlo con lo que dice Schvarstein: "Las relaciones entre el actor y el personaje y la distancia de rol dan cuenta de la dialéctica que es fundante de la subjetividad del sujeto en situación de trabajo. Subjetividad del sujeto sujetado por la organización, la cual, aparece siempre en posición de restricción; al sujeto que se sujeta cuando no encuentra el espacio para expresar su dimensión humana en la organización; pero incluyo al sujeto productor, actor que impulsa al personaje a salirse de los límites que le impone la organización, actor que reflexiona acerca de las características del personaje y lo mejora y de esta manera enriquece a la organización; porque la autonomía conlleva a la vigencia de un proyecto organizacional articulado con el propio desarrollo del sujeto y la dependencia conduce a la ausencia de un proyecto y a una falta de libido puesta en la organización, expresiones ambas de un sujeto en retirada".


1 comentario:

  1. Si bien en los call centers se exige obediencia, no creemos que esa obediencia deje de responder al objetivo primordial de la productividad en una organización. Dejarla en un segundo plano, como lo afirma el libro, hablaría de que el objetivo principal no sería alcanzado.
    Las empresas que imponen este tipo de relaciones laborales, probablemente tengan el foco puesto en la cantidad de llamados, en el incremento de ventas, en la mejora de la calidad de servicio, etc... quedando en un muy segundo plano el capital humano, que se verá reducido a seguir lineamientos de "conversación" telefónica, libretos para la interacción, de pausas pautadas de no más de 10 minutos..., todos ellos, generadores de gran alienación a las personas que integran su staff.
    Coincidimos en que no poner lo propio en el producto del trabajo que uno hace, es generador, además de patologías diversas a nivel orgánico, de padecimientos psíquicos difíciles de sobrellevar en lo cotidiano.
    Cabría preguntar a los directivos de dichas organizaciones, si el malestar que presentan sus miembros, no es, en realidad, un impedimento para la productividad que desean alcanzar.

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